Cuando la luz se apagó, se encendió la radio

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Un grupo de personas se concentra en un lateral de una céntrica plaza de Madrid horas después del apagón. La gente a su alrededor va y viene, se agolpa en las paradas de autobús o hacen largas colas para comprar comida enlatada; pero ellas están quietas y en silencio. Quienes oyen lo que ellas escuchan, se acercan interesadas y las imitan hasta conformar un círculo cada vez más numeroso. En el centro de todos esos vecinos arremolinados, hay una radio.

Cuando la luz se apagó en España, se encendió la radio. No cualquier radio. La de siempre, la de antes, la que muchos guardan en un cajón o tiraron en la última limpieza. Esa que nuestras abuelas ponían bajo su almohada, la que coronaba nuestras cocinas y en la que muchos de nuestros padres preferían escuchar cantar los goles. El transistor a pilas se ha convertido este lunes en el centro de muchos corrillos, surgidos de manera espontánea en distintos puntos de Madrid, Barcelona y otras ciudades afectadas por el corte masivo de electricidad. Decenas de vecinos, ansiosos por encontrar información sobre lo ocurrido, se arremolinaban en torno a quien salía a la calle con una radio.

Les pedían que subiesen el volumen, y allí se quedaban. Poco más se podía hacer.

La voz de Carlos Alsina se extiende en la plaza madrileña de Jacinto Benavente. Cuenta que algunas ciudades del norte y sur de España han recuperado la luz y traslada la última información sobre aquellas que permanecen a oscuras. Un joven de camisa estampada escucha atento desde hace horas. Trata de enterarse bien para contestar las preguntas de quien se acerca a preguntar. Él fue quien dos horas antes decidió colocar una radio, conectada a un altavoz, en el suelo de la plaza.

Se llama Francis y es chileno. “En Chile tenemos la costumbre de, ante casos de emergencia, sacar una radio a la calle. Quizá otro vecino no tiene o no sabe lo que pasa, y así nos enteramos todos”, dice el joven, quien lleva dos meses de turismo en España, y el apagón le ha tocado en la última parte de su viaje. “Constantemente llega gente. Algunos preguntan si se sabe algo. Hago el resumen de lo que escucho, y es una forma de evitar que se pongan nerviosos, que haya caos”.

El viajero ha tratado de calmar la inquietud de varios ciudadanos, que preguntaban temerosos por ciertos mensajes alarmistas. “Aquí pueden escuchar la información oficial. Así se puede calmar la gente que tiene miedo por no saber”, dice el chileno.

Entre la gente que lleva una hora plantada frente al transistor, está José. El apagón le pilló en el médico y, a la salida, caminó durante horas sin entender qué pasaba. Hasta que se chocó con la radio de Francis. “No tenía pilas en casa y no podía saber nada de lo que pasaba. Había mucha confusión. Me he quedado aquí para ir enterándome”.

Cuando se fue la luz, María José también buscó respuestas fuera de casa. Un trabajador de un comercio la informó sobre lo que se conocía hasta el momento y señaló una radio pequeña: “Me dio la idea de ir a comprar una”, cuenta la señora en otro punto del centro de Madrid. Fue a un bazar, compró un pequeño transistor y pilas. En el barrio de La Latina, de manera discreta, la mujer se acercó el aparato a la oreja.

“La gente se me empezó a acercar. Me preguntaban si sabía algo, y subí el volumen. Ha llegado a haber más cien personas aquí escuchando, una barbaridad”, explica la señora, después de seis horas con el pequeño transistor en la mano. Los trabajadores de una librería cercana se le acercan y le ofrecen paella para comer. “Nos hemos conocido hoy. Al menos esto sirve para conocer a nuestras vecinas”, comenta otro de los jóvenes que se arremolinan en torno a la mujer.

Largas esperas para comprar radio a pilas

Unos se tropiezan con los transistores en las plazas y otros recorren las calles en busca de un comercio donde encontrarlas. El escaparate de la pequeña tienda de Luis, ubicada en La Latina, está repleto de radios a pilas. Pocas veces llaman la atención de los viandantes, pero este lunes la cola ha llegado a dar la vuelta a la manzana, como ha ocurrido en negocios de varios puntos de España. En Córdoba, los transistores portátiles empezaban a agotarse y los vecinos esperaban largas filas en los bazares de la ciudad para hacerse con ellos.

“Nunca he vendido tanto en décadas de negocio”, dice Luis, que contesta con amabilidad a elDiario.es, mientras no deja de atender a sus clientes. María le pide lo que todos: “Radio, linterna y pilas”. La mujer, vecina del barrio, se alegra de que, al menos él y su modesto negocio, salgan beneficiados del apagón. “Soy del barrio de toda la vida y él siempre ha estado. Le podía comprar un día un despertador, pero claro, ya me duraba toda la vida y no podía comprar mucho más”, comenta frente al vendedor. El hombre, de origen marroquí, sonríe con timidez: “En esta situación, lo más simple no falla. Pero espero que esto no dure mucho, se tiene que arreglar”, añade el comerciante.

A su lado, otros dos dependientes atienden a las decenas de personas que piden su “kit de supervivencia”. No son empleados de esta tienda, sino que trabajan en comercios próximos. “Hemos tenido que cerrar, vimos toda esta gente enfrente y hemos venido a ayudar a Luis”, contesta el hombre, después de horas atendiendo a clientes que no son los suyos. “Sin ellos hubiese sido muy difícil”, apunta el dueño del negocio, un hombre mayor que ha dedicado su vida a la venta de transistores y otros pequeños aparatos, la mayoría a pilas.

En el exterior del pequeño comercio, Ekaitz acaba de sumarse a la fila. “No sabía qué hacer en casa, y pensé que una radio podría entretenerme. En mi barrio todo estaba cerrado. He tardado dos horas de autobús para venir al centro a comprarla”, cuenta el veinteañero. En casa, sin nada que hacer, se empezó a agobiar y ha recorrido medio Madrid en busca de una radio a pilas: “Quiero saber qué pasa, y también escuchar música si me aburro”.

En varias de las terrazas de Madrid, el transistor acompañaba a algunos de quienes bajaron al bar a la espera de la luz. Es habitual ver a gente sentada al sol con el móvil en la mano; no lo es tanto que una radio corone la mesa. Pero esta ha sido la escena repetida este lunes en varias cafeterías de la capital. Los boletines informativos también han sonado desde los balcones de algunas viviendas, desde donde subían el volumen para informar a sus vecinos, que se concentraban en la calle.

Desde las ventanillas bajadas de algunos vehículos, sus conductores compartían con otros ciudadanos la información que escuchaban en su interior. En una bocacalle de la calle Alcalá de Madrid, un coche aparcado atraía la atención de un buen número de personas que, en torno a las tres y media de la tarde, escuchaban, en una ciudad que se estaba volviendo silenciosa por minutos, las voces que emitían los altavoces del coche, a su máxima potencia. En una emisora de radio, el locutor conectaba con aficionados de radiofrecuencia, que durante el apagón han contribuido también a transmitir información, informa Elena Cabrera.

No solo sonaba información desde los transistores portátiles. También música. Los balcones de distintas viviendas del centro de Madrid se convirtieron discotecas portátiles por un rato. En determinados puntos de los barrios madrileños de Malasaña o Lavapiés, decenas de personas se reunían bajo a aquellas ventanas donde la música rugía a todo volumen. El apagón también se pasa bailando.

“¡Silencio!”, ordenaba María José a los vecinos con quien ya empezaba a sentir confianza después de horas de radio y conversaciones. De su pequeña radio irrumpe la voz de Pedro Sánchez. La gente se aproxima de nuevo y el círculo que empezaba a disolverse vuelve a crecer en cuestión de segundos. En su discurso, el presidente pide no difundir bulos y fiarse únicamente de la información oficial. Esa de la que decenas de personas, en distintos corrillos de España, trataban de encontrar a través de la radio a pilas, la de siempre, la que muchos rescataron y encendieron cuando la luz se apagó.

elDiario.es

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