Con salarios rezagados, supertasas y mayor morosidad, el financiamiento a las familias empieza a marcar sus límites. El repunte del gasto se concentra en los sectores más acomodados, mientras la clase media y baja ajusta por aumento de las deudas.
Julio confirmó una tendencia que se viene profundizando en los últimos meses: el crédito al consumo muestra signos claros de desaceleración. En un contexto en el que la recuperación económica no logra consolidarse en algunos sectores, el endeudamiento de las familias empieza a marcar sus límites y se espera que el consumo minorista no mejore en lo que resta del año, afectados por las paritarias moderadas, los salarios contenidos y tasas de interés más altas tras la salida de las LEFIs.
Según datos de la consultora LCG, los préstamos al consumo aportaron apenas 0,5 puntos porcentuales a la variación general del crédito durante el mes pasado. Frente a junio, crecieron solo 1% en términos reales, muy por debajo del promedio semestral que rondaba el 4%. El leve avance mensual se explica fundamentalmente por los préstamos personales, que subieron 1,7% real. En cambio, el financiamiento con tarjetas de crédito apenas aumentó un 0,4% real.
Este estancamiento ocurre en un escenario donde la deuda de los hogares ya muestra señales de deterioro. El último Informe sobre Bancos del BCRA (mayo de 2025) indica que la morosidad del crédito al sector privado pasó del 1,8% en junio de 2024 al 2,6% actual. El deterioro es aún más notorio en las líneas vinculadas al consumo: en tarjetas de crédito, la mora prácticamente se duplicó (del 1,9% al 3,8%) y en préstamos personales se elevó del 4,1% al 5,6% en solo doce meses.
La salida de las LEFIs elevó las tasas: qué efecto puede tener en el consumo
A estas señales se suma un nuevo elemento que no estaba en los papeles. La salida de las LEFIs reconfiguró las tasas de corto plazo. Aunque en los últimos días se insinuaba cierta estabilidad, las tasas volvieron a subir, lo que podría trasladarse a las tasas bancarias.
Guillermo Barbero, socio de First Capital Group, advirtió, de todas formas, que los aumentos de tasas llegan con rezago: “Deben ser comunicados en el resumen anterior a su vigencia y, en general, las entidades emisoras tratan de mantener la estabilidad en las tasas de financiamiento del parque de tarjetas”.
Crédito, consumo y “las dos Argentinas”
Mientras tanto, el consumo muestra una radiografía de las dos Argentinas. Un estudio reciente de la consultora Moiguer, titulado “La Argentina pesificada versus la Argentina dolarizada”, mostró que el crecimiento del consumo se concentra en los sectores de ingresos altos y medio-altos. Este segmento canaliza su poder adquisitivo hacia bienes durables y productos suntuarios, aprovechando el dólar “barato”.
En cambio, la clase media y la clase baja —que, juntas, representan el 94% de la población, según el mismo estudio— enfrentan restricciones. En los sectores medios, los salarios pierden terreno frente a la inflación, y una porción creciente del ingreso se destina a tarifas, transporte y servicios públicos. Esta situación no solo limita el margen de consumo, sino que también obliga a muchas familias a endeudarse para cubrir gastos corrientes.
En este contexto, desde Epyca Consultores señalan que, aunque el consumo privado creció en el primer trimestre (+2,9% intertrimestral y +11,6% interanual), este dinamismo no fue parejo. “En los sectores de ingresos moderados, muchas familias dejaron de abonar incluso el pago mínimo de sus tarjetas, lo que indica un mayor nivel de endeudamiento crítico y frena el repunte del consumo masivo”, advierten en el informe.
Para los especialistas, la evolución del poder adquisitivo será clave para revertir esta dinámica. “Para que el avance en los medios de pago se traduzca en dinamismo económico, es esencial que se recupere el poder adquisitivo. También es crucial una regulación del sistema financiero que permita reducir las tasas efectivas sobre el crédito al consumo”, agregaron desde Epyca.
En diálogo con Ámbito, Martín Kalos, director de la consultora, aportó: “El aumento de la mora aún no es preocupante a nivel sistémico, pero sí lo es para las familias que no llegan a fin de mes. Este nivel de morosidad está marcando un techo para el crecimiento del consumo masivo. Si mejoraran los salarios, muchas familias usarían ese ingreso extra para ponerse al día con sus deudas”.
La tensión también impacta en el mundo fintech, que en los últimos años creció al calor de una demanda insatisfecha de crédito en sectores no bancarizados. Pablo Blanco, CTO de AlPréstamo, fue claro al respecto: “La sostenibilidad de esta cartera dependerá, en gran medida, de la evolución del salario real, la capacidad del sistema financiero para absorber riesgo crediticio y de si las políticas públicas ofrecen o no incentivos para sostener la demanda. Monitorear de cerca los signos tempranos de tensión será clave para anticipar los próximos movimientos del crédito minorista”.
De cara a fin del año, las perspectivas no son positivas. Si bien el consumo de los sectores altos podría seguir traccionando determinadas categorías, el consumo masivo seguirá retraído. Todo dependerá, en última instancia, de dos variables clave: el aumento del ingreso de los hogares y el reacomodamiento de las tasas de interés.