En un contexto de desaceleración inflacionaria y un renovado apetito por el crédito, el sistema financiero argentino ha experimentado un crecimiento notable en la intermediación crediticia durante el último año. Sin embargo, este dinamismo, que ha impulsado al sector financiero como el de mayor expansión dentro del Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), está acompañado por un aumento alarmante en la morosidad de los préstamos a las familias, que alcanzó en junio su nivel más alto en 15 años. Este fenómeno plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del boom crediticio y sus implicaciones para la economía doméstica y el sistema bancario.
Un Crecimiento Crediticio Impulsado por la Desaceleración Inflacionaria
En junio de 2025, el crédito en pesos al sector privado creció un 4.2% en términos reales respecto al mes anterior, acumulando un incremento interanual del 78.1%, según datos del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Al considerar tanto los préstamos en pesos como en dólares, las familias incrementaron su stock de deuda en un 2.4% real en el mes. Las líneas más dinámicas fueron los créditos hipotecarios, con un crecimiento del 3.8% real, y las tarjetas de crédito, con un avance del 2.5% real. Este vigor llevó al sector de intermediación financiera a registrar un crecimiento interanual del 28.7% en el EMAE, consolidándose como el motor más robusto de la actividad económica en un contexto de inflación en retroceso.
El aumento del crédito refleja, en parte, una mayor confianza en la estabilidad macroeconómica. La inflación, que según proyecciones se ubicará entre el 25% y el 30% anual en los próximos 12 meses, ha permitido que los préstamos en términos reales ganen atractivo. Los bancos, por su parte, han respondido con una oferta crediticia más agresiva, especialmente en hipotecas y consumo, aunque con tasas aún elevadas. Sin embargo, este panorama positivo se ve empañado por un dato preocupante: la morosidad de los créditos a las familias alcanzó el 5.2% en junio, el nivel más alto desde 2010.
La Morosidad: Una Amenaza Creciente
El incremento de la morosidad no es homogéneo entre las distintas líneas de crédito. Los préstamos personales presentan la mayor tasa de incumplimiento, con un 6.5% de la cartera en mora, seguidos por las tarjetas de crédito con un 4.9%. Los créditos prendarios exhiben una morosidad del 3.9%, mientras que los hipotecarios, con un 1%, son la excepción, mostrando una mejora respecto a años anteriores.
Este contraste sugiere que las familias están enfrentando mayores dificultades para cumplir con obligaciones de corto plazo, como las asociadas al consumo, mientras que los préstamos de largo plazo, como los hipotecarios, parecen más resilientes, posiblemente debido a una selección más rigurosa de los tomadores de crédito. Dos factores principales explican esta escalada en la morosidad. En primer lugar, las tasas de interés, aunque nominalmente elevadas, no han acompañado la desaceleración inflacionaria de manera proporcional. Los bancos de primera línea ofrecen créditos con un costo financiero total (CFT) que oscila entre el 110% y el 140% anual, significativamente por encima de la inflación proyectada. En el caso de las tarjetas de crédito, las tasas son aún más punitivas, lo que agrava la carga financiera para los hogares. En segundo lugar, los salarios no han logrado seguir el ritmo de estas tasas. Mientras que los ingresos de las familias crecen a un ritmo anual del 20%, el costo del crédito es entre cinco y siete veces superior. Esta disparidad reduce la capacidad de pago de los hogares, especialmente en un contexto donde el endeudamiento ya no se percibe como una herramienta para adelantar consumo, sino como una apuesta arriesgada que puede derivar en insolvencia.
Un Crecimiento Crediticio con Consecuencias Ambivalentes
El aumento del stock de crédito, que se multiplicó por 1.6 en el último año, contrasta con el crecimiento exponencial de la morosidad, que se disparó 3.07 veces en el mismo período. Este desequilibrio sugiere que el boom crediticio, lejos de ser un motor virtuoso para la economía, está generando tensiones significativas. Para muchas familias, tomar un préstamo en las condiciones actuales no representa una solución financiera, sino una decisión entre enfrentar dificultades inmediatas o postergar una crisis inevitable. La reciente volatilidad en los mercados financieros, con un aumento de las tasas de interés en los últimos 45 días, no hace más que agravar este escenario. Los bancos, en respuesta, han restringido el acceso al crédito, mientras que los hogares con deudas existentes, particularmente en tarjetas de crédito, enfrentan un encarecimiento de sus obligaciones.
La situación actual no es nueva. En junio, desde este espacio, advertía sobre el costo prohibitivo del crédito en Argentina. Sin embargo, las consecuencias de esta dinámica ya son visibles: un sistema financiero que, aunque crece, lo hace sobre cimientos frágiles. Si el BCRA no logra moderar las tasas de mercado para alinearlas con la inflación proyectada, y si los bancos no ajustan las condiciones de sus líneas de crédito, el sector podría perder su rol como motor de expansión económica. Más aún, un número creciente de familias enfrentará dificultades para cumplir con sus obligaciones, lo que podría derivar en una contracción del consumo y, por ende, en un impacto negativo sobre la actividad económica general.
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