La película pasó dos horas contando la sombría y cruda historia de la infancia de Arthur Fleck, sus problemas médicos, su eventual adopción de una nueva identidad con rostro blanco y traje de payaso, y la ola de asesinatos que desencadenó una serie de disturbios en Ciudad Gótica.
Incluso lo mostró conociendo al joven Bruce Wayne, es decir, el niño que acabaría siendo Batman.
Pero no lo mostró llevando a cabo ninguno de los elaborados robos que lo han convertido en el enemigo más infame de Batman desde su debut en DC Comics en 1940.
No lo mostró siendo el Joker.
Para ser justos, la idea de centrarse en el período de Fleck anterior al crimen organizado y de rendir homenaje a las películas de Martin Scorsese sobre la ruina urbana de los años 70 y 80 fue lo que hizo que Joker fuera tan innovadora.
Pero ahora que Phillips ha coescrito y dirigido una secuela, Joker: Folie à Deux, ¿no deberíamos finalmente verlo planeando atracos, aplastando rivales y tal vez incluso enfrentándose cara a cara con Batman?
Para el director, parece que no.
No vemos a los villanos
Phillips y su coguionista, Scott Silver, decidieron continuar con más de la historia de fondo de Fleck.
Es una decisión fascinante que subvierte valientemente las expectativas del público, pero da como resultado una película que es un trabajo pesado.
La sorpresa más grande es que la mitad de Joker: Folie à Deux se desarrolla en el asilo Arkham de Ciudad Gótica, donde el demacrado Fleck avanza con dificultad y casi sin vida durante su encarcelamiento, y la otra mitad se desarrolla en el tribunal central de la ciudad, donde un juez y un jurado evalúan su cordura.
El resto de Ciudad Gótica apenas se vislumbra.
En el sanatorio, Fleck es objeto de burlas por parte de un guardia (Brendan Gleeson) y es entrevistado por un reportero de televisión (Steve Coogan). Y en el tribunal, su abogada (Catherine Keener) discute con el fiscal de distrito (Harry Lawtey) sobre si Joker y Fleck son dos personajes distintos.
Los fanáticos de los cómics apreciarán el detalle de que el fiscal de distrito de Ciudad Gótica sea Harvey Dent, destinado a convertirse en el diabólico Dos Caras. Pero eso no hace que el prolongado debate en la sala del tribunal sea más atractivo.
Esto sólo significa que tenemos la frustración de ver a dos personajes diferentes que son casi, pero no del todo, villanos de Batman.
En realidad, tres: mientras Fleck está en una clase de musicoterapia en Arkham, conoce a Lee Quinzel, interpretada por Lady Gaga.
Lee es la versión de Phillips de la compañera del Joker, Harley Quinn, que fue interpretada en Suicide Squad y Birds Of Prey por Margot Robbie.
En esta versión de los hechos, Lee es una admiradora que anima a Fleck a dejar de ser un recluso tranquilo y sedado, y lo impulsa a convertirse en su extravagante alter ego una vez más.
Un ejemplo de esta extravagancia, cuando finalmente la recupera, es que Fleck se sienta en el tribunal con su traje y maquillaje característico (de alguna manera se supone que debemos creer que el juez toleraría tal tontería, incluso luego de afirmar: “¡No voy a dejar que conviertas mi tribunal en un circo!”).
Se queda sin trama
Lee también es central para el “gran truco” de la película, que es que ella y Fleck cantan y fantasean con estar en musicales de Hollywood y especiales de televisión.
Estos números de canto y baile son una buena oportunidad para escuchar a Gaga cantando algunos de los temas más románticos del cancionero estadounidense, y una oportunidad menos bienvenida para escuchar a Phoenix con sus propias interpretaciones más roncas.
Pero ninguno de estos interludios está escenificado con la imaginación enloquecida que podría esperarse que poseen el Joker y Harley Quinn. Y en lugar de hacer avanzar la historia, como deberían hacer las canciones en los musicales, la ralentizan.
Te quedas con la sensación de que Phillips simplemente no tenía suficiente trama para llenar otras dos horas sin ellos.
Es una película decepcionante, pero sospecho que eso es exactamente lo que se supone que debe ser.
Lo que Phillips parece estar haciendo es responder a cómo recibieron a Fleck los fanáticos de Joker de 2019.
A mí siempre me pareció un hombre desafortunado y pasivo que provocaba disturbios más o menos por accidente, pero algunos espectadores lo vieron como un Robin Hood revolucionario, que asestó un golpe por los desposeídos.
En Joker: Folie à Deux, Phillips no quiere correr ningún riesgo. Ha dedicado su secuela al mensaje de que Fleck es un títere cobarde y egocéntrico que defrauda a todos los que lo rodean.
No es nadie.
Dependiendo de cómo lo mires, este ejercicio de desmitificación es atrevido o irritantemente presuntuoso, pero en definitiva no es muy divertido.
Phillips parece estar diciendo que si te dejaste llevar por la autoimagen mesiánica de Fleck la última vez, eres tú el objeto de la broma.
BBC Mundo